La pandemia ha generado una paradoja con respecto a la localización: por un lado el home office, la educación en línea y las gestiones telemáticas han permitido no atarse a un lugar físico, Por otro, se extraña a las personas más cercanas como padres, amigos o hermanos que viven en la misma ciudad.
El bajo costo en los últimos diez años de los boletos de avión nos hizo pensar que el mundo era más pequeño de lo que en realidad es, pero las restricciones de movilidad han separado familias, anulado congresos y convenciones y cancelando viajes de placer y de de negocios. La nueva normalidad implica seleccionar las movilizaciones y adecuarlas a los protocolos sanitarios.
Antes de la pandemia el nomadismo digital era una opción que los centenials valoraban positivamente. Es factible que la gradual apertura de fronteras y la búsqueda de entornos seguros y naturales termine por consolidar este estilo de vida: trabajo fijo con residencia variable.
Al principio de la emergencia sanitaria se consideró el hogar como refugio y centro de operaciones, pero ante la prolongación del escenario Covid, se han buscado alternativas de movilidad temporal o permanente. Aunque no se esté “atado” al lugar de trabajo, sí se está atado al domicilio lo que aumenta la sensación de encierro pues todas las actividades cotidianas se concentraron en un solo lugar.